lunes, 26 de octubre de 2009

Neurosis orquestal de la amistad


Los grilletes confabulan y elaboran un plan para hacer yacer mi personalidad en un tálamo de amargura insípida; desencadenarme de la celda de la realidad sería parecido a poder romper el aire con mis manos, porque no puedo canalizar la dirección del viento ni encauzar a mi favor la senda impetuosa del río que hambriento se lleva todo lo que está a su paso.
La reincidente monotonía que no doblega su voluntad se ha desfigurado en el precepto del espanto que atormenta mi esperanza: todos se largaron, todos se callaron, todos se mofaron, todos han dejado de existir… y precisamente es esa la razón de mi tristeza, que nadie está.
La voz de sus risas y la resonancia de sus ondas se iban propagando hasta que fueron acribilladas por el desinterés hacia el don que mi estima les daba, no pude hacer nada, mis pies perdieron el juego ascético contra las llagas que las rocas puntiagudas como agujas me picaban, esto es, las actitudes con que ellos respondían.
¿Dónde quedaste amigo con tu lealtad a mí? ¿Porqué diluiste el pacto adolescente en la dilatación del tiempo? Es este el vértice en el que se desprenden las rectas tangentes que cuartan con alevosía mi felicidad: sentirme solo. Obregón (y mis amigos) ya no está con su juventud nostálgica que pincelaba con oleadas de alegría mi faz corporal, sólo los vestigios de lo que llegó a ser un mar profundo, o sea, una extensión territorial de lagos que son como cuevas que ensombrecen la madurez al ser pisados, charquillos reflejo de cavernas que salpican en gemidos de asfixia cuando me sumerjo en el presente y mi alma queda aprisionada.
¿Has escuchado la hermosura de los sonidos que emite alguien ahogándose? ¿Has contemplado el arte del color azulado en los rostros estrangulados? Pues este arte neurótico es el logos de la asfixia de mi mente. La substancia; mi realidad oscura, la esencia; la soledad que adorna mi mirada, el accidente; las letras de mi nombre.

(Imágen tomada de danielfem7.deviantart.com/)

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